Momentos OS

 



Estaban descansando alrededor de una fogata después de haber cenado, Brook tocaba algo de música mientras los demás conversaban de cosas sin importancia, era un momento de relajo para todos, hasta que una presencia les alertó.

—Dracule Mihawk —dijo Sanji frunciendo el ceño en dirección al espadachín.

Luffy fue el primero en ponerse de pie para enfrentar a la posible amenaza, pero fue detenido por Zoro —Tranquilo, yo me encargo.

Zoro caminó con calma hacia su maestro y contrincante —¿Qué haces aquí?

—Daba un paseo, no pensé que me encontraría con ustedes —echó un vistazo a la tripulación—. Tu capitán y el cocinero parecen estar listos para saltar sobre mí.

—Si… no te tienen mucho aprecio. Cejillas desde nuestro enfrentamiento en el Baratie, y Luffy pues, desde la guerra de los mejores —Mihawk sonrió recordando ambos momentos.

—En la primera fuiste tú quien me retó, y en la segunda solo estaba haciendo mi trabajo. Pero ya no tengo intenciones de enfrentarme a ustedes, no a menos que me aseguren algo de diversión.

—¿Y eso es lo haces ahora? ¿Buscas diversión? —preguntó cruzándose de brazos.

Mihawk levantó su mano hasta la oreja del menor y jugueteó con sus aretes —Siempre estoy buscando con qué divertirme.

El rubor en las mejillas de Zoro no tardó en aparecer, ¡¿Cómo se le ocurría hacer algo así en frente de sus compañeros?! Sentía deseos de ser tragado por la tierra.

—Me quedaré en una posada del pueblo a pasar la noche —acortó la distancia que les separaba y susurró cerca de su oído—. ¿Crees que tu capitán ponga peros a que te vayas un par de horas conmigo?

Sintió como un escalofrío recorría su columna vertebral, obligándole a soltar un suave jadeo, y se alejó con premura del espadachín frente a él —Espera—, tomó un respiro —iré a hablar con él, no te vayas.

Volvió sobre sus pasos y rápidamente le explicó a Luffy que acompañaría a Mihawk por un rato.

—Regresaré pronto.

Sanji le miró con suspicacia —¿Estás seguro de que quieres irte a solas con ese sujeto?

—¿Por qué, estás preocupado por mí? —preguntó con una sonrisa de autosuficiencia.

—¡Claro que no! —Alzó la voz un tanto avergonzado—, ¡pero si no regresas pronto y debemos salir a buscarte mañana, te patearé, por hacer que nos retrasemos!

—De acuerdo —aceptó y se alejó en dirección al espadachín, bajo la atenta y deprimida mirada del cocinero.

—Si no querías que fuera deberías habérselo dicho —le dijo Usopp en voz baja.

—No tiene nada que ver conmigo —respondió molesto y caminó en dirección al barco mientras encendía un cigarrillo. Lo que hiciera o no el estúpido Marimo no tenía por qué afectarle, pero lo hacía, y eso le ponía de muy mal humor.

***

Al llegar a la posada pidieron algo para beber y se fueron a la habitación, dejaron sus armas a un lado y se sentaron a beber, conversaron un rato para ponerse al día, llevaban bastante tiempo sin verse. No mucho después, Mihawk dejó su trago de lado, tomó a Zoro de la nuca y juntó sus labios en un beso, fogoso, necesitado.

Zoro respondió el beso con intensidad, hacía tanto tiempo que no estaba con nadie, que su cuerpo prácticamente vibraba con cada toque que le daba el espadachín, quien comenzó a quitarle la parte superior de su traje lentamente a medida que introducía sus manos para acariciar sus pectorales.

—Tengo deseos de amarrarte —dijo cerca de su oído para luego lamer el lóbulo de su oreja y tirar suavemente uno de sus aretes— ¿puedo?

—¿Por qué te gustan tanto esos juegos? —preguntó jadeante, aunque la idea realmente no le molestaba.

—A ti también te gustan.

—¿De dónde sacarás cuerda? —Mihawk sonrió con autosuficiencia y se alejó un poco para rebuscar en uno de los cajones de la estancia—. No preguntaré por qué eso está ahí…

—Vine buscando diversión, de este tipo en específico. Nunca pasó por mi mente que terminaría haciéndolo contigo.

Zoro terminó de quitarse la parte superior de su ropa y Mihawk se acercó para comenzar a amarrarle con la cuerda. Le echó las manos hacia atrás y afirmó con fuerza para luego comenzar a formar una perfecta red por su torso.

Durante el proceso, el mayor aprovechó para lamer sus pezones, arrancándole pequeños jadeos.

Tomó una cuerda más pequeña y la ató a la base del miembro ya erguido de Zoro, y sonrió complaciente al verle, una vez más, a su merced. Terminó de quitarse la ropa y se sentó con las piernas abiertas sobre la cama —De rodillas.

Zoro acató la orden y se acercó a su maestro —Espero que no hayas olvidado lo que te enseñé—, dijo con una sonrisa mientras repasaba el contorno del rostro del contrario con el borde de su mano, para luego levantarle con algo de rudeza por el mentón —Comienza.

Zoro comenzó dejando lentas lamidas y suaves mordiscos sobre los muslos del mayor, y poco a poco comenzó a acercarse a la entrepierna, metió uno de los testículos en su boca y succionó con cuidado, repitió el gesto con el otro y Mihawk comenzó a jugar con sus aretes una vez más. Le había agarrado manía a jugar con ellos al darse cuenta de lo mucho que se excitaba el menor cuando lo hacía.

—No te detengas —ordenó, y Zoro continuó. Recorrió la longitud del falo con sus labios, de abajo hacia arriba y de regreso para luego dejar fuertes lamidas desde la base a la punta. Cuando notó que el líquido pre seminal comenzaba a salir, metió el glande en su boca y descendió hasta que la cabeza tocó el fondo de su garganta.

—Oh, sí, así…, lo estás haciendo bien, Roronoa. —Zoro aumentó un poco la velocidad y Mihawk no pudo resistir tomarle del pelo para marcarle un ritmo un poco más acelerado.

Unos minutos después, sacó su pene de la boca de Zoro y se deleitó al verle jadeante, tratando de recuperar el aliento. Se relamió los labios y le ordenó subir a la cama —apoya el pecho en el colchón y separa las rodillas.

Lentamente comenzó a recorrer sus piernas con las manos, apretó suavemente sus muslos y continuó subiendo hasta llegar a sus glúteos, los apretó con fuerza para luego separarlos, los golpeó con las palmas de sus manos y los volvió a acariciar antes de comenzar a recorrerlos con su lengua.

Pasó su lengua con detalle, desde sus testículos hasta su ano, donde comenzó a introducirla despacio. Tomó un poco de lubricante y se separó un instante para ponerlo en su “entrada” con el pulgar, masajeó con intensidad.

—Mi… Mihawk…

—Silencio, Roronoa, o tendré que hacer algo al respecto.

—P-pero…

Mihawk frunció el ceño y se acercó nuevamente al cajón del que había sacado la cuerda, sacó una mordaza y sin perder tiempo, la puso en la boca de su pupilo, para luego continuar en donde había quedado.

 El lubricante que estaba utilizando era de efecto frío, lo que amplificaba las sensaciones en el cuerpo de Zoro. Sus jadeos quedaban ahogados contra la mordaza, y Mihawk no dejaba de jugar con sus dedos y su lengua, obligándole a retorcerse bajo su toque.

—Mueres por tocarte para aliviar la presión, ¿verdad? —Zoro le miró hacia atrás con dificultad, su ojo brillaba humedecido por las lágrimas y nublado por el placer, y por las grietas de la mordaza comenzaban a caer algunas gotas de saliva.

Mihawk tomó su propia erección para cubrirla con un condón, la frotó contra los glúteos de Zoro un par de veces, disfrutando el momento, para luego comenzar a introducirse con tortuosa lentitud.

—Estás muy estrecho —dijo entre jadeos para luego sonreír—. ¿Nadie más ha puesto su verga dentro de ti desde que te fuiste del castillo?

Negó con su cabeza, sin apartarla del colchón, y Mihawk terminó de entrar en él de un solo empujón, obligándole a ahogar un grito contra la mordaza y se inclinó hacia adelante —Eso hace que me sienta especial—. Dijo para luego lamer y morder su cuello, antes de regresar a su posición anterior.

Mihawk tomó sus manos atadas y las utilizó para darle fuerza a sus embestidas, unas lentas, otras más rápidas. Cambiaba de ritmo cada tanto, tratando de alargar lo más posible ese momento de placer.

Cuando sintió que no aguantaría mucho más, desató el miembro de Zoro para comenzar a masturbarle. No mucho después, su pupilo se derramó en su mano, estrechando nuevamente debido a los espasmos que recorrían su cuerpo, ayudándole así a su maestro, a llegar al clímax de su encuentro.

El mayor regularizó su respiración y salió del interior de Zoro, a quien le temblaron las piernas debido al esfuerzo. Le dio una nalgada más y comenzó a desatarle.

Con sus manos libres, Zoro se quitó la mordaza y el resto de las cuerdas.

—Voy a darme un baño, ¿vienes? —preguntó sugerente el mayor, y Zoro, lejos de estar molesto por la sesión, sonrió complacido para ir detrás de él.

***

Cuando todos se fueron a dormir, Sanji encendió otro cigarrillo y salió a caminar por la playa, se sentó en la arena a mirar el mar y las estrellas. El sonido de las olas solía relajarle, pero en ese momento se sentía tan deprimido, que no lograba disfrutar del todo ese momento de paz.

Frunció los labios y se secó con rabia las pocas lágrimas que habían comenzado a caer por sus ojos —Eres un estúpido.

—¿Me insultas incluso cuando no estoy presente? —preguntó Zoro a unos pasos de distancia.

—¿Por qué crees que hablo de ti? —preguntó de vuelta mientras escondía la cara entre sus brazos.

Zoro le miró con preocupación, algo no andaba bien con el cocinero. Avanzó los pasos que le faltaban para llegar a su lado y tomó asiento.

—Es un milagro que no te perdieras de regreso.

—Mihawk caminó conmigo hasta el Sunny —Admitió un tanto avergonzado y Sanji empuñó con fuerza sus manos al oír el nombre del espadachín.

“Ah”, soltó Sanji a modo de respuesta, y Zoro soltó un sonoro suspiro —De acuerdo, ¿Qué demonios te pasa?

—No me pasa nada —se puso de pie y sacudió sus pantalones—. Regresaré al barco —Estaba a punto de comenzar a caminar cuando Zoro le afirmó del pantalón—. Suéltame.

—¿Podrías dejar de ser un imbécil y decirme qué mierda pasa contigo?

—¡Te dije que no me pasa nada ¿cuál es tu maldito problema?!

—¡Tú! —dijo frunciendo el ceño—. Tú eres mi maldito problema, porque cada vez que quiero acercarme a ti para saber si estás bien me alejas como si fuera una molestia para ti.

—¡Porque lo eres! —gritó— ¡Eres una maldita molestia y no quiero que te me acerques! —terminó y se llevó una mano a la boca. Zoro le miró con seriedad, pero su mirada reflejaba lo dolido que había quedado por sus palabras—. Yo…, yo…

—Tranquilo, ya entendí —Zoro se puso se pie y sacudió su ropa sin mucho cuidado—. Perdón por ser tan molesto—dijo enfadado y comenzó a caminar en dirección al barco.

—No…, espera le llamó tomándole de la camisa.

—¿Qué?

—No era mi intención decir algo así —dijo a modo de disculpa.

—Oh, yo creo que era justo lo que querías decir —respondió Zoro, zafándose de su agarre para continuar su camino.

—No, no es… ¡es que no entiendes! —volvió a alzar la voz. Zoro dio media vuelta y le miró con perplejidad.

—¿Me podrías explicar qué diablos es lo que no entiendo? Sanji soltó un gritó de frustración y se llevó las manos a la cabeza ante la atenta mirada de Zoro, quien resopló algo cansado para luego darse la vuelta y comenzar a caminar nuevamente.

—¡¿Por qué mierda siempre tienes que irte con alguien más?! soltó por fin y Zoro se giró para mirarle, definitivamente no entendía a qué se refería.

—Explícate —exigió y Sanji bajó la mirada.

—Cada que alguien te ofrece un espacio en su cama, tu solo, te vas…

—Claro que lo hago, es de vez en cuando y solo por unas horas, ¿por qué tendría que decir que no? —Se sostuvieron la mirada por unos instantes, hasta que Sanji la desvió hacia otro lado. A esas alturas, Zoro ya estaba bastante molesto con la situación. Había sido un día agradable y disfrutó enormemente su sesión de sexo con Mihawk, no tenía por qué soportar las recriminaciones de su compañero, no después de como él se comportaba con todas las mujeres hermosas con las que se encontraban durante su viaje.

Chasqueó la lengua y decidió reanudar su caminata —Me gustas—, dijo Sanji, en un tono un poco más alto que un susurro. Zoro detuvo su andar, creyendo haber oído mal y se giró para mirar seriamente al cocinero.

Sanji era un manojo de nervios, su cara estaba roja, sus manos sudaban y su labio inferior tenía un ligero temblor —Repite eso—, pidió Zoro sin cambiar su semblante.

Sanji trago saliva y respiro antes de volver a hablar —Dije que, me gustas —Volvió a respirar y levantó la mirada—. Me gustas, estúpido Marimo.

***

 La abrupta confesión de Sanji le tomó por sorpresa, tardó un poco en procesar sus palabras, y en cuanto lo hizo, el cocinero ya estaba lejos de él. Simplemente había utilizado su habilidad para caminar por el cielo y así escapar de él, así que no pudo darle una respuesta.

Al llegar al Sunny no le encontró por ningún lado, así que decidió irse a la cama para intentar dormir, pero no lo logró. El “Me gustas” de Sanji seguía dando vueltas en su cabeza, impidiéndole conciliar el sueño.

Todos alcanzaron a notar que algo no andaba bien entre sus compañeros, ya había pasado la hora del almuerzo y aún no habían tenido ninguna estúpida discusión, ni el más mínimo intercambio de palabras en todo lo que llevaba el día.

Definitivamente algo no anda bien con ustedes dos dijo Nami cerrando la puerta del comedor después de haber arrastrado a Zoro con ella. Y no saldrán de aquí hasta que lo arreglen.

Sus dos compañeros permanecieron en silencio sin mirarse, y ella, enfadada, se dio la vuelta para abrir la puerta Es en serio, no saldrán de aquí hasta que lo resuelvan. Sentenció antes de salir y dejarles encerrados.

Zoro frunció el ceño y se sentó a la mesa tratando de ignorar la mirada de Sanji sobre él.

Esta bien, comprendo que no quieras hablarme, pero Nami tiene razón, debemos resolver esto por el bien de los demás dijo Sanji dejando sus utensilios de lado para salir de la cocina y acercarse a la mesa.

Zoro le miró con seriedad Tú fuiste quien huyó anoche.

Sanji hizo una mueca con los labios y movió un banquillo para tomar asiento Sí, no debí hacer eso. Apoyó sus brazos en la mesa —No debí decirte nada para empezar.

—Pero lo hiciste, y tengo preguntas —Sanji se llevó la mano al cuello en un gesto de cansancio.

—Si, está bien. Pregunta —dijo intentando estar lo más sereno posible.

—Creía que te gustaban las mujeres.

—Me gustan las mujeres.

—Pues, yo no soy una mujer —dijo con obviedad.

—Lo sé. Pero contigo es, diferente. —Zoro le miró con suspicacia, claramente no entendía por qué con él sería diferente—. Va más allá de un simple gusto físico.

—Entonces —dijo, poniéndose de pie frente a la atenta mirada de Sanji—, en el caso hipotético, de que yo quisiera besarte en este momento —Zoro puso una de en el hombro del cocinero y con la otra levantó su mentón—. ¿Podría hacerlo o no?

Sanji apartó las manos del Zoro y se puso de pie para quedar a su altura, tomó con cuidado el rostro del espadachín entre sus manos y depositó un casto beso sobre sus labios.

Zoro parpadeó un par de veces en lo que duraba el contacto con Sanji, y cuando el cocinero se alejó un poco, no dejaron de verse fijamente a los ojos.

—No solo me gustaría besarte —declaró mientras paseaba su mirada, de los ojos a la boca de su compañero.

—No soy una persona romántica —aclaró el espadachín y Sanji asintió con un “lo sé”—, detesto esa idea de “posesión” que suelen tener las personas por “sus parejas”.

—También lo sé, y está bien —se tomó un segundo antes de seguir—. Zoro, no te pido que seas “mi pareja”, no quiero que cambies, me gustas por lo que eres —Suspiró—, sí, puede que ayer haya sentido algo de… celos. Pero es porque nunca me has mirado como lo miraste a él. Quiero dejar de ser invisible para ti.

—Nunca has sido invisible —Sanji le miró contrariado—. También me gustas, eres guapo y divertido. No es como que esté enamorado de ti ni nada por el estilo, pero, no me desagrada la idea de pasarlo bien contigo de vez en cuando. Si es que es eso lo que buscas.

—Entonces creo que tenemos un acuerdo, Marimo.

—Te esperaré en el gimnasio al anochecer, cejas de sushi —Zoro acortó nuevamente la distancia entre ellos para besar al cocinero, quien pasó sus brazos por detrás de su cuello para profundizar el contacto.

—¿Quién dice que debemos esperar hasta el anochecer? —Preguntó con picardía, y Zoro, sin perder tiempo, le tomó de la cadera para alzarlo y sentarlo sobre la mesa. Tenían bastante tiempo antes de que llegara la hora de cenar.

 

Afuera, Nami celebraba con un pequeño denden mushi en una mano, mientras con la otra cobraba el dinero de la apuesta que habían perdido Robin y Usopp.

 

 

Fin…

 

 


 

 


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