Despedida
***
Sanji
le pidió que se reunieran en un restaurant que, a sus ojos, era demasiado
lujoso para lo que ellos estaban acostumbrados.
Llegó
un par de minutos antes de lo acordado y se acercó al anfitrión que se
encontraba en el buró de la entrada. El tipo le miró de pies a cabeza antes de
decirle que no estaban contratando personal por el momento.
—¿Qué?
—preguntó contrariado antes de negar con su cabeza—. No, se equivoca, no estoy
buscando trabajo.
—Tampoco
damos limosnas, joven —Zoro no era conocido por ser una persona muy paciente, y
ese tipo ya le había sacado de sus casillas con ese comportamiento de mierda,
pero su novio quería cenar ahí y él no iba a arruinarlo con una pelea sin
sentido.
—Mi
nombre es Zoro Roronoa, mi nombre debe estar en una de las reservaciones —dijo
con un tono no muy amigable. El sujeto le miró con desconfianza antes de ir a
su listado a verificar la información que el muchacho le entregó, y sí, ahí
estaba su nombre.
Una
reservación a nombre de la familia Vinsmoke, se sorprendió el anfitrión y
cambió su semblante. —Oh, mis disculpas —habló—, supongo que no ha sido
informado que nuestro recinto tiene un código de vestimenta.
—No,
no lo sabía.
—Es
lamentable. Pero, al ser una reservación a nombre de la familia Vinsmoke,
podremos hacer una excepción —Llamó a un garzón—. Acompaña al joven a su mesa
—ordenó, y el garzón, que también le recorrió de pies a cabeza, le guio hasta
el lugar indicado y le entregó las cartas de comidas y tragos.
—¿Puedo
ofrécele un aperitivo en lo que llegan los demás comensales? —preguntó el
garzón y Zoro suspiró.
—Si,
supongo que sí, ¿qué tienes?
—Lo
que usted guste beber, señor.
—Una
cerveza estaría bien.
—¿Cerveza?
—preguntó algo contrariado.
—Sí,
cerveza, cualquiera esta bien —dijo dando por terminada su conversación para
meterse en su teléfono.
El
garzón se retiró a buscar lo ordenado y Zoro aprovechó de echarle una mirada a
la carta, pero no entendía nada, ¿En qué diablos estaba pensando Sanji
como para ir a ese lugar?
La
cerveza llegó poco antes de que Sanji hiciera aparición. Zoro se puso de pie y
le dio una sonrisa antes de acercarse a él y darle un beso, que, originalmente
iba dirigido a sus labios, pero Sanji volteó la cara y el beso terminó en su
mejilla.
—¿Qué
ocurre? —preguntó Zoro al notar la actitud extraña del rubio.
—¿Ordenaste?
—preguntó de vuelta, ignorando la pregunta de su pareja y tomó asiento. Zoro
suspiró y se sentó nuevamente en el mismo lugar.
—Solo
pedí una cerveza mientras esperaba… ¿vas a decirme qué ocurre?
—Comamos
primero ¿ya viste la carta?, la comida este lugar es, fantástica —dijo tomando
la carta para echar un vistazo.
—Si miré la carta, pero no entiendo lo que
dice, y no tiene precios ¿Cómo se supone que escoja? —Sanji sonrió.
—Entonces
¿está bien si ordeno por los dos? —“Claro”, respondió Zoro restándole
importancia y Sanji levantó su mano para llamar al garzón. Hizo el pedido y le
preguntó a Zoro cómo había estado su día.
—Bien,
ya entregué el proyecto final del curso, así que ahora solo me queda esperar mi
calificación. ¿Cómo te fue a ti con tu reunión familiar?
—No
estuvo tan mal. ¿Cuándo te darán la calificación? —Y así, Sanji desvió la
conversación hacia los estudios hasta que llegó la comida.
Zoro
tenía una sensación de pesadez en el pecho que, por más que intentaba, no se
iba. Y la forma en que Sanji actuaba no le ayudaba a aliviarla, mucho menos el
lugar donde se encontraban. ¿Por qué no simplemente habían ido al Baratie como
siempre? ¿O a alguno de los bares que solían frecuentar?
Zoro
dejó sus cubiertos y soltó un pesado suspiro —Es suficiente, ¿Puedes decirme
qué es lo que pasa contigo hoy? —preguntó al notar como Sanji volvía a rehuir
de su mirada.
Sanji
apoyó los codos en la mesa y entrelazó sus dedos a la altura de sus labios. Por
fin le devolvía la mirada, pero no le gustaba lo que veía en sus ojos.
—Tienes
razón, es una estupidez seguir dándole vueltas al asunto —dijo al fin—. Como ya
sabes, ayer tuve una reunión con mi familia —Zoro asintió—. El tema es que,
debo regresar a Francia.
Zoro
abrió un poco más sus ojos debido a la sorpresa y sintió como algo dentro de él
comenzaba a romperse —¿De qué rayos estás hablando?
—Debo
ser honesto contigo —habló mirándole a los ojos—. Estoy comprometido, la fecha
de la boda no era algo que estuviera acordado cuando vine aquí de vacaciones,
así que, decidí divertirme un poco antes de volver a mis responsabilidades
—suspiró—. Jamás pensé que terminaría saliendo con un… chico como tú. Y lo pasé
bien, por eso extendí mi estancia. Pero ya es tiempo de dejar los juegos y
regresar a mi vida.
—Ok,
aquí es donde me dices que esto es una broma, una cámara oculta, o lo que sea
que…
—Hablo
en serio, Zoro. Soy un Vinsmoke —dijo irguiéndose un poco más en su asiento—,
tengo responsabilidades que van más allá de lo que tú podrías llegar a
comprender —Zoro no podía creer lo que oía—, y lo siento si esto te lastima de
alguna forma. En serio, nunca pensé que lo iba a pasar tan bien. Fue divertido,
realmente divertido. Pero, por favor, no puedes esperar que deje todo por alguien…,
de tu nivel —concluyó con seriedad.
Zoro se debatía entre partirle la cara de un
puñetazo o ponerse a llorar, y llegó a la conclusión de que, llorar por una
persona que lo estaba tratando como su fuera basura, no valía la pena, así que
optó por la primera opción.
Al
instante en que su puño dio contra el perfecto rostro del “aristócrata”, sintió
como un par de tipos grandes se abalanzaban sobre él.
—¡No!
—dijo Sanji alzando la voz—. Déjenlo, esto es mi culpa, así que, suéltenlo —pidió
retomando un poco la compostura al tiempo que tomaba una servilleta para limpiarse
los resquicios de sangre que salían por la abertura que le quedó en el labio.
Zoro
se zafó del agarre, le dio una última mirada a Sanji y salió del restaurante.
Caminó sin detenerse hasta que llegó a la casa de su mejor amigo.
Luffy
abrió la puerta y sonrió al ver que era Zoro quien había llamado al timbre.
Pero esa sonrisa se borró al instante en que notó el estado en el que se
encontraba su amigo. Sin preguntar nada le rodeó con sus brazos, y Zoro, a
pesar de que no quería llorar, terminó humedeciendo el hombro de quien siempre
había estado ahí para él cuando las cosas se tornaban difíciles.
***
Sanji
le ordenó a uno de los sujetos que anteriormente se habían abalanzado sobre
Zoro, que pagara la cuenta mientras él regresaba a la limusina que lo llevaría
de regreso a la mansión en la que se hospedaba su familia.
Entró
al vehículo y pidió que no le molestaran hasta llegar a la mansión.
—Lo
siento, Zoro…, lo siento tanto —logró articular mientras se abrazaba a sí
mismo, no podía dejar de temblar, y las lágrimas no paraba de caer por sus
mejillas. Jamás pensó que volvería a sentir tanto dolor en su vida. Había
logrado escapar de su familia, y sabía que era cuestión de tiempo para que le
encontraran de nuevo.
Pero
tener que dejar a Zoro de esa forma tan cruel había sido demasiado para él. Lo
amaba, lo amaba más que a cualquier cosa en ese mundo, y justamente por eso tenía
que dejarlo ir.
“Está
bien. ¿Quieres evadir tus compromisos?, hazlo, pero te lo advierto. Ese
bastardo con el que te estas enredando será quien pague las consecuencias”
había dicho su padre con veneno en la voz.
“No
te atrevas a involucrarlo en esto”, reclamó de vuelta, pero solo consiguió que
su padre riera.
“Tú
lo involucraste al revolcarte con él. ¡Cuánta vergüenza siento por ti!, no solo
eres el más inútil de mis hijos, ¡también eres un marica!, y créeme que, si
tengo que hacer desaparecer a un maldito desviado de este mundo para hacer que
regreses al camino correcto, lo haré. No me temblará la mano, Sanji”.
Acceder
a la petición de su padre fue una de las cosas más difíciles que había tenido
que hacer en su vida.
“Hiciste
lo correcto”, dijo su hermana tratando de demostrarle algo de apoyo. Pero eso a
él no le importaba. Lo único que le importaba ahora, era que Zoro estuviera
bien, y la única forma para lograrlo era alejándose de él. Sacándole de su vida,
aunque su corazón se rompiera en el proceso.
—Joven
Sanji —le hablaron por el comunicador del vehículo—, estamos llegando a la
mansión.
Limpió
su nariz con un pañuelo y se puso un par de lentes oscuros antes de bajar de la
limosina, al bajar. Reiju le esperaba en la entrada.
—¿Estás
bien? —Preguntó ella al notar su labio roto. Pero él no quería hablar, pasó de
largo y subió las escaleras para encerrarse en la que sería su habitación
durante los próximos días, antes de regresar a su país de origen.
La
habitación era enorme, y la decoración era acogedora, pero para él se sentía
fría, para él esa habitación no era más que una celda de lujo.
Fin.




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